Thursday, December 21, 2006

Domalaes (fragmento)

Palabra y sentimiento, pensamiento y abstracción: componentes intrínsecos del motor gestador de una historia que no planteó final y que degeneró en una dicotomía sesgada por el prejuicio, el escape y la inmadurez. Dentro de lienzos purpúreos portadores del arte de su palabra él encontró, en el décimo tercer día del décimo mes, una explicación a su estadía terrenal, en una noche toledana que produjo sentimientos que jamás reencarnaron en su ser, él se preguntaba constantemente el porqué de su lugar, pero no veía más allá y no intuía en realmente volar, no poseía el don altruista que demoró la partida de su amada.

Así poco a poco fue surgiendo en ellos el sentimiento mágico que los sabios griegos, generadores de cultura inmortal, denominaron filosóficamente ágape. Ese ágape que de manera indefectible no los dejaba separar visiones, no los dejaba desconectarse para darle un espacio a la existencia tangible, a la existencia terrenal, eran constantes introspecciones que en el punto ulterior sitiaban al espejo invertido en el que encontraban sus rostros retratados. Alter Ego, uno del otro, incondicionales. Nadie entendía como lo hacían, parecían dos seres de otros cuadrantes, de otros planos. Su exterior no comprendía la naturaleza de su conexión, ya que compartían vida y destino. Vida y destino...indisolubles. Emergieron del antagonismo de dos opuestos que indefectiblemente se aspiraban. ¿Quimérico, utópico o real?...sin discusión. Las despedidas se olvidan por el dolor del distanciamiento. Porque ambos cuerpos prefieren incertidumbre que verdad, porque ella formará siempre parte del constructo histórico en donde se encuentran los monumentos de la vida. ¡Que intransigencia con su distancia!.

Ella era núbil en sus pensamientos, en su forma de amar, él era castigado por la inmadurez que soslayaba la inconciencia. Sin embargo la empresa llevada a cabo por ella, la dulce musa de noches infinitas que aún habita en la playa dorada de los sueños utópicos de él , luchaba contra la corriente de una incongruente manera de asumir la existencia y la vida. Domalaes, fue el anagrama que selló sus visiones en el cuadrante de la palabra, uno de los pocos que rayaban en la trascendencia que los unía. Domalaes la fusión perfecta que nunca llegó a ser. De alguna manera él no pierde su ilusión, la gran Yourcenar se lo resumiría años más tarde con todo el poder que la caracterizaba: “No puede construirse una felicidad sino sobre unos cimientos de desesperación”. “Creo que voy a poder ponerme a construir”, dijo él.

La vida se les desarrollo en ámbitos separados, se amaban, pero llegaron a ser uno antípoda del otro, cuando el orgullo los invadió, cuando la espera ofuscó, cuando él prefirió morir, cuando decidió posponer su leyenda personal.

Ella para él

La última vez que lo vi se encontraba en el averno, metamorfoseado, típico retrato kafkiano. Pero de su interior brotaba aún la esperanza del regreso de su musa. Me contó que para él ella fue la vida misma, el motor del corazón que maquinaba en función de hacerla sentir. Su error fue el no asumirlo a tiempo, el no manifestarse en contra de las fuerzas babilónicas que lo encerraban de cierto modo en el fingimiento de cuerpos sublimes. Subyugado al eros, él perdió lo único verdadero que tuvo, su amada.

Blanca y sublime como la nieve era ella, fuerte como el león de Judea, decidida, sutil como Artemisa. Su mirada oscura, profunda, poseía la nobleza de un alma joven, de una vestal. Para él sus manos eran poesía, manos que se juntaban inconscientemente con las de él, sin razón ilustre, después de una noche compartida con rocíos incendiarios, en un místico viaje al hogar. Sus piernas poseían el candor del deseo, largas, delicadas, únicas, las más bellas que delante de él se han podido posar. Su beso, el más delicado que tocó sus labios, transporto la lujuria a la sutileza que emana del amor. Su cintura, fuerte, su espalda marcada por esos dos orificios portadores del deseo. Sus juveniles senos invitaban al juego primigenio, en el que él ya era experimentado y ella una princesa por coronar emperatriz. Su amor subyugó al deseo, jamás la tocó. Por respeto, por que sabía que alcanzar ese nivel de intimidad chocaría con su vida secular que no estaba dispuesto a dejar por inmadurez y asombro de las nuevas oportunidades de la vida. Éste narrador opina que él simplemente debía seguir a su musa...ella le hubiere dado el firmamento, la estabilidad perenne y el verdadero amor.

Vicisitudes, radicales en algunas existencias. Algunas lo colocaron en el plano de la duda. El carácter simbólico de las personas cambia, como cambian las dunas en el desierto, como se arruga su piel azotada por el tiempo. Contradicción, cada día se conforta más. La lucha fundamental en el camino de las vicisitudes es versus la contradicción, algunas nacen de barcarolas Nerudezcas de olvidos, otras nacen de blancos y negros continuos. Otras más nacen de la sencillez, de la pureza del infinito. Las más lejanas de conexiones supranaturales, inconscientes perfectas, como la que sólo ella le brindó. El camino le ha planteado muchas bifurcaciones: poéticas, carnales, pasionales, literales, intelectuales y hasta banales. Cuál tomar, por dónde andar, se pregunta, esperando esa dulce palmada que su amada profería con su sutil voz cuando lo veía caminar por la cuerda floja de la incertidumbre.
La soledad espiritual se ha convertido en su aliada. Ha propuesto odas a la soledad, intransigente como la muerte, pero astuta. Es el paradójico reencuentro primigenio pero ulterior y es en ese encuentro en el que se vive, lo demás es existir. Se vive individual, el nivel más difícil, el que se necesita superar, en el que encuentras tus demonios. Ya sus demonios han ido y venido, y han dejado un sin sabor en la boca. Algunas veces es masoquista, los quiere consigo, merodeando, apuntando, hasta divierten. Pero son existencia, no vivencia. Muchos se han creído los juzgadores perfectos, la perfección no existe, es cuestión de silogismo.
Siempre se plantea el no saber si sea cuestión de callar, o hablar. Ha aprendido a callar al componente intrínseco de su ser. En el averno me dijo:
“No se si perder al final de más que ganar...El hecho es que el reencuentro hoy es con el silencio,y el silencio retrotrae a un concierto interior..Ese concierto proyecta la necesidad de partir, sin desaparecercontradicción, como todo...Como la lluvia dulce que viene del mar,como los besos ahogados que no se pudieron dar,como el deseo desenfrenado que no se supo canalizar...en fin como el dadá...Así transcurre ésta etapa de mi estadía terrenal, coyuntural..Que nadie se atreva a juzgar.... ¿where are you my dragonfly?”

En un principio, el miedo era por el proceso que se venía, el cambio de cosmovisión con el que tenían que lidiar. Paradójicamente sus encuentros eran fortuitos, pero perfectos, en el silencio, su lenguaje era metafísico, las sonrisas tímidas lo decían todo. Pero hoy él se encuentra en silencio. El silencio de la introspección es un placer que debemos aprender a disfrutar. Solo en silencio se es capaz de oír la verdadera voz, sin sonido e inclusive sin gramática. Ese silencio se convierte en conciencia : es la utopía del hombre que se quiere ser, es donde se encuentra el misticismo, la paz y más contundentemente, la verdad. Pablo Neruda en Residencia en la Tierra se lo confirmaría en una desesperación:

“Las noches de sustancia infinita caídas en mi dormitorio,
El ruido de un día que arde con sacrificio,
Me piden lo profético que hay en mí, con melancolía,
Y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso”.

El nombre confuso es el de ella, el movimiento sin tregua se reflejaba en las tantas veces que él no se atrevió a tocar su puerta. Para él ella era intocable, su corporeidad era el templo de Venus, para él ella era una deidad, única, que hizo brotar lágrimas de dolor y de amor. La desolación intelectual en la que se encontraba él en contraposición con ella lo hizo chocar de bruces años después con las claves que le proponía el destino, el gran Horacio ya lo había planteado: Carpe Diem. Él no supo incorporar tal concepto en su otrora pseudo filosofía de vida produciendo una tergiversación que se extrapoló a un Tempus Fugit.


La memoria

Como si se encontrase en un abismo, él se ha aferrado a la memoria, la memoria del placer espiritual, intelectual y sensorial de antaño. Se cuestiona y se pregunta: ¿Se debe regresar a vivir en la memoria para una búsqueda de permanencia? Va y viene, así lo cree y así se lo confirma la literatura de la vida, así se lo confirmaría Emilio Lledó refiriéndose a la cosmovisión de los tiempos homéricos y que se atreve a extrapolar a su postmoderna visión y existencia.

“Vivir en la memoria; elegir la muerte en el tiempo de la naturaleza, para vivir en la esperanza de un lenguaje que habla de sujetos, vencedores de lo efímero, significa creer que la existencia a través de la palabra, llega más allá de lo que alcanza el tiempo asignado a los hombres, y es mas valiosa que la simple singularidad que le encarna”.

Pero a esta premisa él ha incorporado un importante componente, el de hacer, el de la materialización, a través de la acción. A través de la renuncia. Hoy ella alcanza el 18, la nostalgia se apodera de él, no poder compartirlo, no poder abrazarla, no poder ofrecerle sus intenciones desnudas de toda corrosión pasada, ella no le cree. Se alienó y lo desterró, sin sentimiento y sin culpa, sin miramientos ni compasión, como el promovió que fuere. Porque la vida se mueve así, por que su particular historicidad se alejó siempre de lo cíclico, pasó al extremo, en blanco y negro. Y así tuvieron que alejarse. Por que así se amaron, por que así surgieron.

Algún día, robando palabras ajenas, llegó a leer:

Dicen ellos que a veces persigo,
escondidos indicios de tu sublime presencia,
que imagino que escuchas mi canción cotidiana,
mientras yo busco el aroma de tu tierra en mi ventana,
rescatando de ti la más pequeña evidencia.

Dime que las sobras de mi cargada conciencia,
y los rastros aquellos de mi pasada malicia,
aún habitan el valle de la anhelada caricia,
en que mi ansia y mi delirio encontraron morada.

No olvides que mi grito en tu noche callada,
fue como un destello de luz fulminante,
¿cómo pensar si hoy se despide agonizante
si el reflejo de mi ser aún habita en tu mirada?

Amor, aunque lejana, insegura y vacilante,
Se manifiesta mi sonrisa, de tu amor soberana,
Yo seguiré buscando tu aroma en mi ventana,
Pues tu esencia es melodía que permanece constante.

Pero si el día llega y mi canción cotidiana
se pierde en el olvido como murmullo en la selva,
busca mi susurro en el cantar de la sabana,
pero por tu amor y mi cobardía, sólo acepta mi presente.

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