Wednesday, November 19, 2008

El espacio como patria

Al comienzo, el espacio era mundo. Y los mundos construían espacios infinitos y universales. La única frontera delimitante de esa universalidad era el tiempo, sin embargo como toda frontera era flanqueable por aquellos que podían escuchar esa misteriosa otra voz.

La literatura sirvió de base para la comunión de sentimientos unificadores, se convirtió primero en identidad y luego en estado-nación. Hablamos ahora de un primer espacio, el físico. Ese espacio responde al nombre de patria, y consigo trae una pesada carga de sedentarismo. La patria, tal como la entendemos, al verse invadida por el ennui en ciertos periodos históricos no opto por más que por la imposición y por la búsqueda de gloria. Es avara, es el espacio que no comparto.

El espacio como patria que comparto es el que define Tagore cuando afirma que La Patria no es la tierra sino los hombres que la tierra nutre. Es el volver a la visión primigenia, la original, en donde también está presente Rilke al afirmar que sólo se encuentra la verdadera patria en la infancia, en la memoria no corroída por la preocupación del tiempo. La infancia de Rilke no responde a temporalidad orgánica, responde a un estado mental.

El espacio que comparto es el espacio nómada, como el tiempo.

Tiempo

En el tiempo somos, y de él estamos constituidos. Sin embargo no es uno solo, está signado por los ambientes en los que nos desenvolvemos. Podría decirse que está unido al seitgeist de la época, a los fríos y a los calores; al latido interior de cada uno. Es secuencia y también la conciencia del que se reconoce en él.

Desde el cristianismo, como dice Octavio Paz, el tiempo pasó a ser otro. Su espíritu libre se delineó y a partir de ese momento comenzó a preocuparnos nuestro paso por él. Sin tiempo no somos, sin embargo desde el instante en que lo delimitamos también lo hacemos con la memoria. Esa delimitación debe haber llevado a Borges a decir que somos olvido. Porque nuestra memoria día a día se preocupa más por el tiempo y su paso, y no por ella. Se ha descuidado a sí misma y como consecuencia nos convertimos más y más en olvido, Borges se ratifica diariamente.

El tiempo es una abstracción difícil, lo contiene todo.

Wednesday, November 05, 2008

Sobre el ennui

No hay nada que hacer, es la máxima a la que podemos llegar después nuestra “densa” experiencia humana. Beckett nos lo dijo en nuestro idioma, el que ahora entendemos todos, el idioma de lo simple. El que al minimizarse, por cuestiones de tiempo claro está, es capaz de llegar a todos.

Pero ¿qué se ha tirado consigo la tecnificación?

Seamos tajantes: tiempo, recuerdo, verdad, tradición y memoria; aunque podamos enumerar.

Chejov, Beckett y Steiner redundan en el ennui. Sin lugar a dudas la manifestación intrínseca del status quo más largo de la “moderna” vida humana. El ennui se convirtió en el procreador de las fantasías catastróficas de la humanidad. Del sin sentido, de la desidia, y del conformismo.

La tecnificación de la vida humana tiene su principal inspiración en el factor tiempo. En él vivimos y por él morimos. Había que hacerlo rendir, había que acelerarlo. Más por menos era el ideal, y aunque no lo crean sigue siéndolo. Después de las grandes revoluciones sociales y tecnológicas del siglo XIX el eterno mañana se acercó, y esto era sólo posible por las capacidades de reducción del tiempo. La maquina nos acercaría al ideal.

Hoy, 200 años después de ese nuevo amanecer seguimos, como aquellos, rescatando vestigios del pasado. El mito se convirtió en el estabilizador del sistema, en el sustrato del ennui. El preciado mañana nunca llegó y el humano optó por la salida rápida, conformarse. Que bien lo escribe Beckett: “…cuando menos, esperemos, eso es lo que pasa en esta puta tierra…”

La aceleración degeneró en letargo de espíritu, y la memoria fue la primera víctima. Vamos perdiéndola, con el paso del tiempo. La memoria se convierte en olvido, por la inacción. Por que, entendiéndola como músculo, es analógico que al no usarle se atrofie. Los silogismos de Borges nos dicen que somos olvido, ya que estamos hecho de memoria y ésta a su vez de olvido. Entra en juego una vez más la tecnificación, para qué usar la memoria si la podemos almacenar en objetos externos a nosotros. Es la nueva economía humana, la de la información. Es la economía de la cultura.

Esa concepción nos remite a Beckett y aún más atrás, hasta Descartes. La economía de la cultura también degeneró en economía del conocimiento y es resultado directo de un ennui, que como explica Steiner, ha tenido como una de sus tantas manifestaciones la inversión de los valores. El cogito ergo sum es pasado, se ha invertido. Ya no importa pensar, con existir basta. Beckett brutalmente lo demuestra en una conversación entre Pozzo y Estragon.

Pozzo: (refiriéndose a Lucky) ¿Quieren ustedes que nos piense algo?

Estragón: A mi me gustaría más que bailara, sería más divertido.

…(después de un largo sin sentido)

Estragón: ¿Y no podría primero bailar y después pensar?

Pozzo: ¡Es el orden natural! 

Para Chejov el orden natural también se ha teñido de ennui. Vivimos en la idea permanente de lo fugaz. Tanto el aburrimiento como la ociosidad se contagian, producto de la inacción. Nos inmiscuimos en un sistema en el que nuestros dotes individuales, de humanos, son banalizados. Vamos, serenos –clave en Chejov- , en el camino de la deshumanización. Como dicen los frankfurtianos, ahora sólo somos dueños de una razón instrumental. La religión también tiene su cuota, y junto al mito, ha contribuido a mantener un estado de las cosas “sereno”, es la consecuencia del dogma. Sonia cierra magistralmente el Tío Vania de Chejov repasando una cosmovisión en donde quizás podamos encontrar el último de los refugios del Ennui:

…Cuando llegue nuestra hora, moriremos sumisos. Y allí, al otro lado de la tumba diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura…!Dios se apiadará de nosotros, y entonces, tío…querido tío, conoceremos una vida maravillosa, clara, fina!... La alegría volverá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes… Descansaremos!... Tenga fe, tío…

 

Vladimiro y Estragón que cierren:

 

V: El fondo no cambia

E: No hay nada que hacer

 

¿O sí?